Nationalité espagnole

La nacionalidad española de los sefardíes y la extensión de la Memoria Histórica

Damian Morán Dauchez

En 2012 el Gobierno de España se disponía a modificar la normativa que regula la nacionalización de los herederos de los judíos que fueron expulsados de los reinos de Castilla y Aragón en 1492, los sefardíes.[…] No pretendo debatir aquí a fondo esta actuación del gobierno español. Personalmente me parece tan acertada como sorprendente debido al desdén que muestra el ejecutivo actual hacia las víctimas de crímenes históricos. Y, sin embargo, esto me ha hecho meditar sobre una cuestión general relativa a la Memoria Histórica: cuánto puede o debe esta durar.
La Memoria Histórica es un fenómeno intrínsecamente ligado a la cultura. El término es muy reciente, pero todo grupo humano genera una cultura y posee como tal una Memoria Histórica. Esto se puede aplicar desde a un grupo de amigos a una unidad familiar, hasta una entera civilización. Como la cultura – o, más concretamente, a la vez que esta – la Memoria Histórica sufre modificaciones con el paso del tiempo y puede caer en el olvido o quedar fosilizada y expuesta a interpretaciones históricas con la disolución del grupo humano a la que pertenecía. La vigencia de la Memoria Histórica iría así de la mano de la existencia del grupo humano al que pertenece. Si, como en muchos casos, esta Memoria tiene el objetivo último de que se reparen ciertas injusticias o incluso crímenes históricos, se pueden dar diversas situaciones. Antes de tratarlas quiero exponer, pese a que es obvio, que me acerco al tema apoyado en la Declaración universal de los derechos humanos como guía de nuestras sociedades.
En todos los casos, como las víctimas del terror de los nazis y sus colaboradores repetían incluso antes de que este terminase, el objetivo de la Memoria Histórica es que los crímenes e injusticias se hagan públicos y no caigan en el olvido. Alcanzado este punto, se aspira a restablecer la justicia. Si los criminales siguen presentes, sean estos individuos o grupos políticos (en el sentido más amplio del término), se exige que estos sean juzgados. Pero si el crimen en cuestión no es tan reciente pero sigue habiendo herederos más o menos recientes y más o menos directos de los criminales, es lógico exigir reparaciones. Estas pueden incluso pasar a ser una piedra fundacional para la cultura de los herederos en cuestión, como es en parte y debería ser más a menudo la postura de la República Federal Alemana frente al Holocausto. El problema es que estas reparaciones suelen ser contempladas por quienes deberían aplicarlas (los herederos antes mencionados) como un lastre, el pago de una deuda de la que a uno le cuesta reconocer la culpa. Si bien pudiese haber casos en que así sea, en general no se trata de pagar o de humillarse. Tampoco de resucitar odios y conflictos. Todo lo contrario: se trata, como dice el término, de reparar. Se trata, en general, de la posibilidad de mejorar y ampliar la propia cultura y la propia sociedad de la que esta procede. Resumiendo: la herencia de una injusticia histórica es una vergüenza cultural, la reparación de esta, un firme cimiento para una sociedad.
En el caso de la concesión de la nacionalidad española a los sefardíes, y superando las dificultades institucionales y jurídicas que esta pueda conllevar, estamos hablando de un caso claro de enriquecimiento de nuestra sociedad. Los sefardíes existen como grupo. Su cultura ha sobrevivido 500 años de expulsión, y con ella su Memoria Histórica. El estado español actual puede no ser los reinos de Castilla y Aragón de finales del siglo XV, pero reparar la expulsión de los sefardíes no lo pone en ningún peligro. Y no estaría de más que el término “ladino” se aplicase en el habla popular para designar un dialecto en vez de como insulto.
Damián Morán Dauchez, « La nacionalidad española de los sefardíes y la extensión de la Memoria Histórica, » in MusErMeKu, http://musermeku.hypotheses.org/1006

Texte officiel: http://sepharadesdulevant.fr/wp-content/uploads/2019/02/Bulletin-off-nat-esp.pdf